No pensé que llegaría. Pero aquí está. Es cuando la lógica cotidiana pierde sentido. Cuando los traumas infantiles tocan desesperadamente el timbre. Cuando tu interior atenta contra ti.
Cuando la cotidianidad te engulle y la realidad regurgita las ilusiones.
Cuando lo que más te gusta es precisamente lo que más daño te hace.
A punto de cumplir años. Me envuelvo en miedos, recuerdos, frustraciones, traumas, inseguridades.
Siento estar pagando un precio muy alto por la felicidad que algún día disfrute.
Demasiadas enfermedades, accidentes, lecciones que no pedí; un año con cicatrices intangibles.
No es fácil voltear y ver invertido el tiempo en trivialidades. Lamentarme por lo que no hice y dije.
Ahora veo el abismo desde la orillita. Se que falta mucho por aprender, grandes libros por leer, innumerables películas por disfrutar, maravillosa música para deleitarme, lugares por conocer, olores para empaparme, sabores por descubrir.
Seguiré en la búsqueda de seres con imaginación inagotable y mentes desenfrenadas; de esos que nunca dejan de sorprender y siempre tienen algo por enseñar; de los que nunca terminas de conocer; de esos con los que el silencio no es incómodo, sino deleitable; ah sí, claro, en el camino tropezaré con gente sosa, que necesita hablar, hablar y hablar para poder escucharse y saberse viva, serán inevitables.
Las cosas que salvan este año… sí las hay… ahora me reconforta saber que cumpliré una de mis metas: me titularé.
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