Porque a las mujeres como yo, no las conoces; las contraes.
Nunca en sus recorrientes vidas.
Regocijo cínico y silencioso.
Tenía una ventaja sobre el resto del mundo: sabía perder, y lo hacía con entusiasmo.
Hablaba tanto del pasado porque no había futuro al cual mirar.
Sus trenes corrían en direcciones opuestas.
La felicidad consiste en no querer moverse de donde uno está.
Cada historia era un fracaso asegurado.
Temblaba imperceptiblemente al caminar.
Un miedo que se goza: eso era vida, y lo demás migajas.
Digo, soy lo que quieras, nomás llégame al precio.
Me molesta sentir piedad por ella –de la lástima al desprecio te puedes ir a pie-.
Tu eres de los que matan y se asustan de ver el muerto.
Lo más cómodo y lo de mejor gusto es olvidar a tiempo lo que ya no se tiene.
Los senos son como el dinero, ninguno acepta que los necesita pero ninguno deja de pensar en ellos.
Toda mi sangre es wannabe, qué quieres que haga.
Y ya ves que las putas idioteces son más guapas y más interesantes que las chingadas sensateces.
¿Nunca has sentido que una tienda te comprende? ¿Qué tiene tus colores, tus tallas, tus excenticidades?
Una le inventa nuevos nombres a la gente para apropiarse de ella. Nombres con los que nadie más les llama, sólo tú.
Su merecido era: soñar el día entero con ella.
Siempre hay algo que no puedes tener.
Te ríes cuando deberías horrorizarte.
Nunca puedes saber qué tal te va a ir, pero ayuda muchísimo estar de buen humor.
Y te juro que la va a pagar, aunque igual no sea yo quien se las cobre.
Tú no eres nadie para decir que no me quieres.
Los ojos viendo siempre hacia otra parte, como si todo el tiempo te estuviera diciendo: no vales un carajo para mi.
Una bala de plata con mi nombre.
La mierda es droga fuete. Quien se embarra ya no quiere limpiarse. Más bien quiere embijar a otros, salpicar todo lo que pinche pueda.
¿Has escuchado una canción muchas veces seguidas sólo para poder seguir llorando?
Tenía mucho miedo de encontrarme a Eric, y todavía más miedo de no encontrármelo.
Hazme sentir bien: pórtate mal.
La intensidad de una pasión se mide por la soledad que la precede.
Uno le cambia el nombre a las personas y a las cosas porque así las convierte en solo suyas.
Mis amores son breves pero fulminantes.
Hay días en que todo parece faltarnos.
¿Por qué la gente nunca cree que eres más de lo que ve?
Lo que es tú y yo no armamos un nosotros, por más que no dejemos nunca de extrañarnos.
Las historias de pactos con el diablo siempre cuentan lo mismo: alguien lo llama, él llega y luego no hay ni cómo correrlo. Los diablos no toleran una falsa alarma
Éramos insultantemente distintos.
Sabes que soy completamente inaccesible, pero igual decidiste meterte en mis sueños.
Era una de esas mujeres que podrían ser bonitas si-no-fuera-por-algo, un defecto visible o invisible, una ligeramente extrema asimetría en la mirada, un detalle perturbador que no le permitía contemplarla de fijo.
Sentimientos encontrados, y no porque sean distintos, sino por el milagro de que se encontraran, después de tanto buscarse.
Miro una cara conocida y mi primer impulso es correr y esconderme.
No mires a los ojos, no beses en la boca: la receta de la doctora Schmidt para evitar contagios ulteriores.
Esa crónica incapacidad para concentrar un mínimo de atención en los asuntos ajenos.
Como el más gloriosos de los casi-estrabismos.
Flota una cosa sexy en el ambiente, algo que te seduce, o te hipnotiza, o te envenena, o todo junto.
Apenas les das trato de personas y te pasan las cuentas de sus traumas.
Nunca he reconocido todo lo que te necesito, me molesta la idea de tener que justificarme frente a mi.
Para qué sirve el maquillaje, si no para hacer trampas.
La ropa, los cosméticos, las palabras, los gestos, los abrazos, los besos: puras herramientas para engañar, a la gente le gusta que la engañen.
Cualquier patíbulo habría sido precio pequeño con tal de continuar bebiendo de esos ojos cada vez que reían.
Se reía con los ojos.
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