viernes, febrero 27, 2009

Un aire de libertad

Fue inevitable. El semáforo cambio de luz. Tuve que frenar. Volteé mi rostro al paisaje. La vi juguetear en el pasto. Brincaba. Imagino que sentía el fresco; el aire de libertad. Corría de un lado a otro. Apareció otra. Era más pequeña y comenzaron a jugar. El semáforo seguía en rojo. Se acercaron a un orificio al ras del suelo. Desaparecieron. Son dueñas de la calle, de la noche, porque la luz es prescindible; sus sentidos las guían –pensé-. Su tamaño era colosal. Esas dos enormes ratas se perdieron en el subsuelo. Y a mí, la luz verde me permitió seguir por mi camino.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Muy agradable descricion pero cuando lei ratas...hay que desagradable... y colosales...peor!!! Recorde la rata de chapultepec o la que vi hace unos dias bien muerta...jajajaja que desagradable.

Anónimo dijo...

Si Occidente nos las hubiera asociado-relegado a la suciedad... de seguro las venderìan-comprarìan como mascotas ¿o no?

Martha Paola dijo...

Jajajaja la rata no estaba muerta, sólo cambiaba de disfraz.