viernes, mayo 21, 2010

Libreta. Bolígrafo. Taza humeante. Diario.

Se comportaba como toda una parroquiana. En su ambiente. Nada la perturbaba. -Y era tan obvio que no pertenecía al lugar-.

La mirada fija -a ratos- sobre su objetivo. Para disimular, pasaba lentamente las hojas del periódico. Leía -o finjía leer-. Regresaba su atención a ellos. Observaba detalles. Tomaba nota. Pequeño sorbo a la taza de café -presumo-.


Hora de cerrar.

Afuera, la zona marginal, insegura (indigentes, prostitutas, y por lógica, personas con no buenas intenciones).

Calle solitaria.
Pudo darse cuenta que la seguía a su destino. Avanzaba rápidamente.
Su nerviosismo se hizo evidente -el ambiente se lleno de él-. Logró abordar un taxi. No permitió que yo la alcanzara.
Juraría que era escritora; periodista en busca de historias que contar, que inventar.

1 comentario:

Hector Fragoso dijo...

O tal vez buscaba un trabajo que le quedara cerca de su casa y que cumpliera sus expectativas