Libreta. Bolígrafo. Taza humeante. Diario.
Se comportaba como toda una parroquiana. En su ambiente. Nada la perturbaba. -Y era tan obvio que no pertenecía al lugar-.
La mirada fija -a ratos- sobre su objetivo. Para disimular, pasaba lentamente las hojas del periódico. Leía -o finjía leer-. Regresaba su atención a ellos. Observaba detalles. Tomaba nota. Pequeño sorbo a la taza de café -presumo-.
Hora de cerrar.
Afuera, la zona marginal, insegura (indigentes, prostitutas, y por lógica, personas con no buenas intenciones).
Calle solitaria.
Pudo darse cuenta que la seguía a su destino. Avanzaba rápidamente.
Su nerviosismo se hizo evidente -el ambiente se lleno de él-. Logró abordar un taxi. No permitió que yo la alcanzara.
Juraría que era escritora; periodista en busca de historias que contar, que inventar.
1 comentario:
O tal vez buscaba un trabajo que le quedara cerca de su casa y que cumpliera sus expectativas
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